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Alberto Blanco Suárez: Playa del Aguilar


Playa de Aguilar

Óleo sobre lienzo

Medidas: 27* 41cm.

Precio: 300€

Alberto Blanco Suárez nace el 22 de diciembre de 1946 en Villapedre (municipio de Navia), un pueblo del occidente asturiano de ambiente rural, pero hermanado con el ambiente pesquero de la vecina localidad de Puerto de Vega. En el mismo concejo que vio nacer la poesía de Ramón de Campoamor o la genialidad artística de Alfonso; en el mismo occidente astur en que surgió Pedro Penzol, de cuyas enseñanzas y técnica bebieron nombres como Pepe Cuervo y Vior, o Sanjurjo, que en los primeros estadios de su obra siguió aquel estilo que él aprendiera cuando, como Dámaso Alonso, sorprendía a Penzol "con su caballete y su paleta, en aquella playita, casi marismeña de Figueras"; en el mismo entorno vecinal en que el propio Penzol puso todo el cariño y entusiasmo pedagógico para un aprendiz como Antonio Méndez, Antón de Vega, autor que como Blanco pecó de escaso bagaje cultural y social, pero que llego a ser notable dibujante y pintor de temas de retrato, paisaje y, sobre todo, copia de la pintura clásica, llegando a reproducir cuadros de Fierros difíciles de diferenciar con el original; surge aquí también la personalidad artística de Blanco, quizá aficionado, seguro autodidacta, pero no por ello desvinculado de los ecos creativos que inundaron esta zona del Principado.

Siempre relacionado con la vida agrícola y ganadera de la familia, no dejaba escapar cualquier posibilidad de vinculación con lo artístico, bien fuera pintura o música, aunque de carácter rural, doméstica, a veces los simples cánticos o notas emanadas de una guitarra en la parroquial de Santiago de Villapedre. En 1967, a los 21 años de edad, el servicio militar llama a Alberto al otro lado del estrecho, a Ceuta, quizá un lugar poco propicio para despertar la sensibilidad pictórica de nuestro hombre teniendo en cuenta el carácter y los temas de la posterior producción de Blanco, y menos en las condiciones que rodearían a cualquier simple quinto de la época. Pero es precisamente allí, en Ceuta, donde las inquietudes artísticas comienzan a materializarse. Alberto comienza a hacerse con material en el que plasmar su arte, algún tipo de soporte, bueno o malo, en el que poder realizar unos cuantos dibujos con los que iniciaría su producción. Y digo esto sabiendo que no era fácil desarrollar una tarea artística en el seno de una familia humilde, en un ambiente rural, en el que no había tiempo para las florituras sino para el trabajo y la lucha diaria.

Podríamos establecer aquí el punto de partida en la formación del pintor, una formación cuyo mejor adjetivo aplicable es el de autodidacta. Pero creo que no por ello se ha minusvalorar una producción artística, al contrario, hay mérito en llegar a soluciones pictóricas cuando menos discutibles sin haber llegado a pisar una escuela de dibujo, pintura o Bellas Artes, sin tener ningún tipo de estudios que no fueran los básicos. Sólo se puede aludir a un curso de delineante, aspecto este que, si bien debe ser positivo, no resulta determinante en cuanto a que la obra de Blanco no denota especial énfasis en el dibujo ni en la linealidad.

Se parte así de unas primeras obras muy simples, de colores planos, sin valor aparente, con unos resultados que no dejan de parecer meros bocetos respecto a su obra posterior. Quizá con una formación adecuada, esa ingenuidad, esa simplicidad, en eso que acabo de llamar bocetos, se podría configurar un tipo de obra con más valor, con más fuerza y genio, porque lo simple no esta reñido con lo valioso siempre que la simplicidad tenga un criterio y unos valores que una mente creativa pueden otorgarle. En este caso, esa personalidad aun estaba en una fase formativa muy temprana, ya que no hay que olvidar nunca las mínimas oportunidades que se le ofrecían al pintor en el ámbito en que se movía, teniendo en cuenta además que esta actividad pictórica surgía del escaso tiempo libre del que disponía. Pero como dijo el ya fallecido Fernando Landeira en un artículo publicado en la Voz de Asturias referente a Blanco, "Pero el mundo circundante es demasiado bello y cuando nace un ser sensible quiere ser poeta o pintor". Así, moviéndose cercano al influjo de la escuela de Penzol, pero siempre autodidacta, va descubriendo progresivamente los caminos de arte. Partiendo de su curiosidad y deseo de saber, basándose en el estudio bibliográfico y apoyándose en un talento innato, Blanco se adentra en el aprendizaje de la técnica de los colores y las formas. Todo esto, sumado a la propia experiencia que el pintor va adquiriendo, se materializa en una obra con un mayor valor y criterio; consiguiendo según avanza el tiempo una mayor precisión en las formas y en un estilo, sin duda personal, emanado de la realidad circundante. Pasamos así de la simplicidad inicial a una producción más compleja y que en muchas de las obras del pintor tiene un importante punto de partida en su afición a la técnica fotográfica.

A partir de este momento y hasta hoy, se puede observar un continuo perfeccionamiento de la técnica y un aprendizaje aún no concluido de los modos y las formas, a partir de las fuentes bibliográficas, de la contemplación y admiración del arte de otros pintores, del diálogo con estos, de la experiencia diaria… aunque sin variar los temas, unos motivos que fueron y son predilectos de Blanco.

Podemos referir en este punto, y para finalizar esta breve introducción biográfica, un breve artículo publicado en Maices (boletín cultural y mensual de Asturias, Octubre de 1983) y firmado por Juan Valverde de Llerena: "…la reflexión y el metodismo detallista está impreso en toda su obra; a Blanco le gusta coger las luces y las sombras en sus puntos de origen, es un retratista de la naturaleza, es el pintor sin pausa y sin prisa, pinta lo que ve, lo retrata y lo mete en el lienzo; los colores fríos de la tierra imperan en toda su obra: verdor, frescura y cielos grises. Tanto el paisaje, las naturalezas muertas como las marinas, guardan el riguroso sentido de su escrupuloso detallismo. (…) Su obra expresiva exhala un cierto aire de romanticismo melancólico y de nostalgia asturiana. Es un pintor que sabe sentir (…) que tiene madera de pintor y estilo propio, por lo que su pintura es pintura que llena, que habla. Se podría calificar como pintura apta para todos los público y para todos los tiempos".

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